24/1/10

Ilustracion de textos



Nocturno

Luces verdes, blancas, carmines, moradas, que se parten, se complican y se adornan en el Potomac, poblando de colorines su limpia sombra transparente, señalan y nombran la fijeza y el sueño de las cosas recogidas ya hasta mañana. La ciudad mejor, sosegada y feliz, se retira a su alma, y en su arrabal vecino al campo, un pedazo de luna grande y grana, como mal partida de las manos de un criado negro, sube difícilmente, ganado en oro. Se adivina vagos yates blancos en su agua que arañan los sauces trenzando con el oleaje horizontal de ella un oleaje vertical, azul éste, verde aquél. Según pasamos, un árbol murmura tras otro con el viento suave dentro de sus copas que Mayo refresca de un verdor unánime. La noche no tiene una sola nube y de un solo e inmenso olor crudo áspero y frío. Un pájaro que no sé qué es, canta insistentemente en un bosque de bajos arbustos húmedos. Ni el reflector que ilumina la punta del obelisco ni los letreros de luces de colores de los hoteles ni los puentes que los trenes constantes dibujan con ruido, perturban el romanticismo clásico que emana de la noche clara.


Juan Ramón Jiménez

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